Buscar este blog

martes, 31 de diciembre de 2013

Pemex no mueve conciencias


Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE


Sólo los ilusos pueden creer que con la reforma energética bajarán los precios de la luz y el gas, y que habrá más empleos y mejor remunerados. Nuestras amargas experiencias nos han enseñado que no podemos creerle al gobierno y que los precios de los bienes y servicios que suben, jamás bajan. Creo que la mayoría de los mexicanos repudiamos los mensajes vanos y engañosos con los que la publicidad gubernamental nos quiere hacer creer que estamos en el umbral del paraíso. Por lo menos han tenido el cuidado de no incluir en el paquete de las supuestas bonanzas que nos traerá la reforma energética la promesa de reducir el precio de la gasolina y el diesel, pues todos sabemos que seguirán aumentando porque el subsidio del que gozan desaparecerá gradualmente. 

La publicidad oficial que se repite hasta el hastío en la radio, televisión y prensa escrita nos quiere hacer creer que el petróleo seguirá siendo de los mexicanos, que no se ha privatizado, pero no nos advierte que tan pronto como los hidrocarburos sean extraídos de la tierra pasarán a ser propiedad de las empresas nacionales y extranjeras que le entren al negocio. A las petroleras no les interesa que les escrituraren el subsuelo porque una vez agotadas sus reservas, no vale un centavo.

El gobierno no nos ha explicado cómo le va a hacer para completar el gasto público cuando nuestra principal fuente de ingresos se vea profundamente mermada porque va a compartir con las empresas nacionales y extranjeras que inviertan en el país una buena tajada de la renta petrolera, y dejará de recibir miles de millones de pesos que ahora recibe; como tampoco parece importarle las medidas de fiscalización y transparencia que aplicará para abatir la enorme corrupción que caracteriza a los actores de estas operaciones. 

Una sociedad indolente e ignorante como la nuestra le permitió al gobierno de Peña Nieto reformar la constitución de la República en unos cuantos días, y en una materia tan importante que abre la industria petrolera al capital privado, sin haber sufrido daño o menoscabo alguno. Ignoró a los diputados y senadores de oposición que debatieron con argumentos muy sólidos los inconvenientes de la reforma. Es más, los dejaron que se desahogaran hasta que se cansaron, nadie les replicó, y violando disposiciones procesales de forma y fondo impusieron su voluntad. El gobierno de Peña Nieto no cumplió con la obligación que le impone la Ley Federal de Radio y Televisión de difundir en cadena nacional los debates de aquellos asuntos de gran trascendencia que se discuten en el Congreso de la Unión.

La minuta de la reforma llegó al Congreso de San Luis Potosí la noche del viernes 13 de diciembre para su convalidación, y de inmediato se incluyó como anexo a la Gaceta Parlamentaria, aunque ya con carácter de dictamen de las comisiones de Puntos Constitucionales y de Desarrollo Económico y Social, con el siguiente señalamiento: “Dado en la sala Luis Donaldo Colosio del Honorable Congreso del Estado de San Luis Potosí a los quince días del mes de diciembre de dos mil trece”. En su urgencia y descuido, los diputados fueron capaces de publicar en la Gaceta Parlamentaria desde el viernes 13 de diciembre un documento fechado dos días después. La falsificación de un dictamen de esta naturaleza es causa suficiente para fincar responsabilidades y anular el voto a favor que emitió el congreso potosino.

Si en lugar de cientos, hubieran sido 40 o 50 mil ciudadanos los que hubieran bloqueado los accesos a las cámaras de diputados y senadores; y 5 ó 10 mil los que se concentraran en las puertas de cada uno de los congresos locales para impedir el ingreso de los legisladores; seguramente que el desenlace de esta imposición hubiera sido muy distinto. Y para su buena suerte, hasta la ausencia obligada de Andrés Manuel López Obrador los favoreció, aunque creo que tampoco hubiera logrado detenerlos. Todo se les facilitó porque los mexicanos no sentimos que el petróleo sea nuestro. El único vínculo que tenemos con Pemex es cuando llenamos el tanque de gasolina, cada vez más caro y con litros fraudulentos de 900 mililitros; o cuando nos enteramos de los escándalos de corrupción y despilfarro de sus directivos y líderes sindicales. Pemex no mueve conciencias, por eso nadie se expuso a ser víctima de una golpiza o de que lo encarcelaran para detener la privatización de la paraestatal. 

El gobierno de Peña Nieto podrá responder fácilmente a cualquier reclamo que en los próximos años se le haga en el sentido de que los beneficios de la reforma no han llegado, con el argumento de que tengan paciencia pues estos se empezarán a sentir hasta finales de la década, cuando todo esté consumado y él disfrutando de un placentero retiro. Si la privatización de Pemex hubiera entusiasmado al pueblo mexicano, seguramente que el viernes se habrían concentrado en el zócalo de la Ciudad de México y otras plazas del país, cientos de miles de mexicanos vitoreando y festejando la promulgación de la reforma energética; como cuando en 1937 se nacionalizó, pero como todos vimos, a nadie le interesó más que a los que se harán más ricos con este negocio. Es importante observar que hay algo no les gusta a los dueños del capital, pues una reforma de esta importancia hubiera disparado el precios de las acciones de la bolsa mexicana de valores a cifras históricas, y no ha ocurrido, no obstante que la de Nueva York no deja de subir y la mexicana va a la baja. 

Es increíble que el poderoso sindicato petrolero no se haya movilizado para evitar la reforma constitucional que los pone en una situación vulnerable para que pronto, miles de ellos, pierdan sus empleos. Ahora apreciamos lo útil que ha sido su corrupto líder sindical para el resultado de las negociaciones al haber impedido cualquier protesta de los trabajadores. 

No me cabe la menor duda de que el país será más pobre, violento y dependiente tan pronto como Pemex quede reducido a su mínima expresión y las trasnacionales se hagan dueñas de la industria petrolera porque han aprendido que la única manera de operar con éxito en México es a través del tráfico de influencias y la corrupción; y si lo dudan, que le pregunten a la Minera San Xavier.