Pasaron inadvertidos
Por Eduardo Martínez Benavente
No
hay crónica legislativa. La información que fluye del Congreso del Estado se
centra principalmente en los abusos, chismes y conductas reprobables de los
legisladores. Estamos acostumbrados a escuchar y leer las críticas que les
dirigen con motivo de sus percepciones, gastos, ausencias, viajes, desplantes y
actividades promocionales, pero muy poco de su trabajo legislativo. El repudio
de la población es generalizado. No obstante, todos quisieran ser diputados.
Muy pocas veces se difunden sus iniciativas y dictámenes. Ni siquiera una
síntesis o un comentario. Algunos de enorme importancia para nuestra vida
social, política y económica como los que acaban de ser aprobados y que pasaron
inadvertidos. Aunque nos debemos de perder de vista que los diputados que las
suscriben no son los verdaderos autores o redactores de esos documentos. El
trabajo es obra de los despachos de abogados que contratan, de algunos asesores
y de los funcionarios del Instituto de Investigaciones Legislativas del propio
Congreso, o bien, producto de inocultables plagios de leyes de otros estados y
países. Por eso cualquier inepto puede llegar a ser diputado, pues no se
requieren mayores conocimientos que saber leer y escribir. Todos conocemos los
alcances y cultura jurídica de nuestros representantes y sabemos que con
excepción de uno o dos, ningún otro es capaz siquiera de redactar uno de los
artículos de las propuestas que presumen como propias; y menos fundar y motivar
los dictámenes de las leyes que aprueban o rechazan.
En la Legislatura que me tocó participar (2003-2006) me ofrecían por una módica suma de dinero un paquete de 40 iniciativas de reformas y adiciones a
los códigos y leyes del Estado para que figurara como el diputado más
productivo por el número de proyectos presentados, a los que sólo les tenía que
hacer algunas pequeñas adecuaciones como ordenar la numeración y cambiar el
nombre del estado para que no apareciera el de la entidad de origen. Por cierto,
hay que reconocer que esa legislatura contó con diputados como Juan Ramiro
Robledo, Manuel Medellín, José Luis Ugalde y Oscar Vera que eran capaces de
redactar sus propias promociones.
El área de comunicación social del Poder Legislativo es un fracaso. No
sabe cómo dar a conocer y difundir los asuntos trascendentes que ahí suceden.
Deberían sintetizar y explicar, cada día, por lo menos uno de los decretos
aprobados para que los interesados pudieran digerirlos. En la sesión ordinaria
y solemne que celebró el Congreso del Estado el martes 13 en Ciudad Valles se
aprobaron asuntos tan importantes como la nueva Ley del Registro Público de la Propiedad y del Catastro para el Estado y Municipios de San Luis Potosí, que
armoniza y homologa la organización y funcionamiento de los registros públicos
inmobiliarios y de personas morales de las entidades federativas y los
catastros municipales; para que
de ahora en adelante queden constituidos como entidades paraestatales con
personalidad jurídica y patrimonio propios; de tal manera que se abrogan las
leyes que actualmente rigen estas materias, así como las disposiciones
reglamentarias y administrativas que se opongan al decreto; y que por su trascendencia merecerían que el Congreso del Estado o la Facultad
de Derecho celebraran un foro de análisis en el que se convocara a todos los
interesados. Los catastros municipales que no administra el gobierno del Estado
seguirán operando como antes y la Ley entrará en vigor a los 30 días de su
publicación.
Otra iniciativa que fue aprobada en esa sesión es una adición a la Ley de Trabajadores al Servicio de las Instituciones Públicas del Estado, que es la
Ley que rige a los burócratas; en la que se establece que los presidentes
municipales y tesoreros están obligados a pagar el importe de los laudos firmes
que se hayan originado durante su gestión antes de concluir el trienio, pues de
no hacerlo se les fincarán responsabilidades financieras. Esto quiere decir que
los créditos laborales no podrán heredarlos a la siguiente administración. Aquí
el problema es la insolvencia de los ayuntamientos para hacer frente a esos
compromisos, pero es al mismo tiempo un freno para que los alcaldes piensen
varias veces las responsabilidades en las que pueden incurrir si despiden injustificadamente
a los trabajadores, muchas veces para hacerle espacio a sus amigos y a los que
colaboraron en su campaña. La mayoría de los municipios enfrentan enormes
pasivos que muchas veces no reportan sus cuentas públicas derivados de las
pensiones y el pago de laudos laborales, y que en cualquier momento harán
crisis en sus finanzas. Esta legislatura aprobó hace unos meses una reforma en
la que el burócrata que demande por despido injustificado sólo podrá recibir
los salarios vencidos de un año, independientemente de que el litigio se
prolongue por más tiempo; pero si no se ha dado cumplimiento al laudo, se
pagará al trabajador los intereses que se generen sobre el importe de 15 meses
de salario, a razón del 2% mensual capitalizable al momento del pago.
Otra de las reformas y adiciones que se aprobaron se refiere al rezago legislativo
de iniciativas de diversos temas que quedan en la congeladora y que a nadie,
con excepción de su promovente, les interesa sacar; o alguien, con la
influencia y poder necesarios puede detenerlas indefinidamente. El número de
iniciativas atoradas desde hace más de 6 meses asciende a 248 y 28 puntos de
acuerdo que se irán a la basura. Sucede en muchos casos que la iniciativa es absurda
o insustancial y no vale la pena dedicarles una sesión de trabajo en la mesa de
las comisiones a las que le corresponde analizar y dictaminar ese asunto. Por
lo que se aprobó la figura de la caducidad legislativa, como forma de abortar
el proceso. Esto quiere decir que si pasados 6 meses de presentada una iniciativa
o punto de acuerdo, no ha sido aprobado o desechado por el Congreso del Estado,
se extinguirá el proceso iniciado por el sólo transcurso del tiempo.
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