Santos contra pecadores
Por Eduardo Martínez Benavente
Las dos marchas que partieron el pasado fin de semana del
Jardín de Tequisquiapan fueron un fracaso. Porque las presencié desde una
prudente distancia me atrevo a calcular que no más de 800 personas participaron
en la que organizó la Iglesia y otros grupos de derecha que se oponen a los
matrimonios entre personas del mismo sexo y más al derecho que les asiste para
adoptar a menores de edad; y conté unos 300 asistentes a la que convocaron las
asociaciones que están a favor de la legalización de estas innovaciones
jurídicas. Creía que la concurrencia iba a ser mucho mayor por la amplia
difusión que se hizo de los eventos en los medios de comunicación y redes
sociales; y por el interés que han despertado estas reformas en una buena parte
de la sociedad. Algunos optimistas habían pronosticado que a la caminata
convocada por la Iglesia asistirían unas 30 mil personas, considerando que hace
menos de un año, el 19 de septiembre de 2014, el clero enseñó músculo al
congregar en el estadio Alfonso Lastras a unos 40 mil fieles que participaron
en la magna celebración con la que se festejó el 160 aniversario de la fundación de la diócesis potosina. En esa ocasión partieron del Santuario de
Nuestra Señora de Guadalupe miembros de diferentes parroquias y movimientos
apostólicos liderados por el arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero que
atravesaron las calles de la ciudad con el Santísimo en procesión hasta las
instalaciones del Atlético San Luis. Sería muy interesante que alguien
autorizado nos explique porque las bases de la Iglesia potosina no respondieron
ahora a esta invitación que se lanzó desde los púlpitos de las parroquias. Sólo
dos organizaciones, -que yo recuerde- la Iglesia Católica potosina y los antorchistas, han logrado llenar las graderías y la cancha de fútbol de ese
enorme espacio deportivo.
Era predecible que la Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN) se pronunciara por el reconocimiento de los derechos a las
parejas del mismo sexo, por más protestas e inconformidades que se presentaran.
Los ministros de la SCJN ya habían fallado a favor de declarar inconstitucional
las leyes de los estados que definen al matrimonio como la unión entre un
hombre y una mujer por considerarlo
discriminatorio para los derechos que garantiza la Constitución a todos
sus habitantes. Desde el 12 de junio de 2015, el matrimonio entre homosexuales
se puede realizar en todos las entidades de la República, y obliga a los jueces
a seguir este criterio en los amparos que los interesados interpongan en
cualquier parte del territorio nacional y en donde aún no se hayan legalizado,
como es el caso de nuestra entidad. Antes sólo se podían celebrar en el Distrito
Federal, Quintana Roo y Coahuila. Con la resolución que emitió este martes la SCJN, declarando la inconstitucionalidad de la prohibición que establecían las
leyes del estado de Campeche en el sentido de que los matrimonios entre
personas del mismo sexo no podían adoptar menores, se obliga, de igual manera,
a los jueces de distrito a amparar a estas uniones cuando pretendan adoptar
menores en cualquier lugar de México.
Debe ser muy difícil para una pareja de homosexuales
tomar una decisión de esta naturaleza pues independientemente de que están
obligados a cumplir con una serie de intrincados requisitos y pagar los
honorarios de un abogado que los asista; tienen que evaluar las consecuencias
del rechazo social que seguramente sufrirán sus hijos por parte de amplios
sectores de la población, empezando por el de sus propios compañeros de
escuela. No podemos ignorar que los niños son crueles y se requiere de mucho
valor y fortaleza para superar sus burlas, exclusiones y agresiones. La
discriminación es el tramo más delicado de la adopción. Va a ser muy penosa su
aceptación social y más en sociedades conservadoras como la potosina, cuando la
mayoría rechaza estas reformas, principalmente la que se refiere a la adopción
de menores. Sin embargo, bajo
cualquier circunstancia y contrariedad, vale la pena que lo intenten los que
quieran correr con esos riesgos. Están en su derecho. La Constitución federal
garantiza que los matrimonios entre personas del mismo sexo deben ser
totalmente equivalentes -con los mismos derechos y obligaciones- que los
matrimonios heterosexuales. Nos guste o no nos guste. Como ocurre, hasta ahora,
en más de veinte países.
A los diputados no
les queda otra opción que dictaminar la iniciativa permitiendo los matrimonios
igualitarios en San Luis Potosí, sin trampas ni condiciones, como las que
pretende imponer el timorato diputado panista Miguel Maza, presidente de la
Comisión de Derechos Humanos del Congreso del Estado, quien acaba de anunciar
que heredará a la siguiente Legislatura el compromiso de dictaminar la iniciativa de las adopciones; y que en todo caso resolverá por separado, antes
de que concluya su período, la de los matrimonios entre personas del mismo
sexo. No entiende que la reforma es inevitable porque el pleno
de la SCJN se pronunció en su mayoría en el sentido de que las personas que
viven en sociedades de convivencia (entre personas del mismo sexo o
heterosexuales), matrimonios y concubinato tienen los mismos derechos que
quienes viven en matrimonio o concubinato, incluida la posibilidad de adoptar.
Cualquier institución, independientemente de su denominación, llámese sociedad
de convivencia, uniones civiles o como sea, son discriminatorias y crean
ciudadanos de segunda clase si no otorgan los mismos derechos que los matrimonios
tradicionales.
Para emitir este
dictamen no se requiere de mayor ciencia ni estudio más que reproducir el
decreto legislativo de otro estado que se haya pronunciado en este sentido,
pues ya vimos que no valieron las endebles consideraciones que emitió en el Pleno de la SCJN, el ministro Eduardo Medina Mora, el único de los diez
presentes que votó en contra de la acción de inconstitucionalidad que promovió
la Comisión Nacional de Derechos Humanos demandando la invalidez de la ley
chiapaneca que prohíbe a las parejas del mismo sexo la adopción de menores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario