El auditor que viene
¡Mina, mina asesina que tienes el cinismo de
plantar una corona floral sobre los féretros de tus victimas! Te maldecimos.
Por Eduardo Martínez Benavente
Celebramos que el contador Héctor Mayorga no haya
sido ratificado en su cargo. Su reelección habría sido una decisión funesta e
inaceptable. El daño que le ha causado a la credibilidad del organismo
fiscalizador del que fue fundador y titular durante 7 largos años es
incalculable. No fue reelecto porque uno de los diputados que le había ofrecido
su voto reculó un día antes y en la sesión del martes anuló la boleta para que
no alcanzara la mayoría absoluta y de esta manera se presentara una segunda
terna en la que ya todo estaba arreglado para elegir al contador José de Jesús
Martínez Loredo. No contendieron juntos en la primera terna porque ninguno
hubiera obtenido esa mayoría y los dos habrían quedado descalificados. Si
Mayorga no hubiera estado seguro de que contaba con los votos necesarios para
repetir como auditor superior del estado no se habría presentado como
candidato, pues es un individuo calculador y ambicioso que no se aventuraría a
salir derrotado. Lo engañaron. Se extinguió su buena estrella, pues alguien más
pérfido y mejor negociador que él le movió el tapete y lo tumbó del puesto en
el que proyectaba permanecer hasta el 2021.
Aunque el voto es secreto, es muy fácil saber por
quién vota cada uno de los diputados y así comprobar si cumplieron con su
compromiso. La manera más sencilla y segura es enseñar discretamente la boleta
a alguien que sabe que lo está observando o entregársela marcada con una tinta
invisible que sólo con humedad o luz fosforescente se puede leer, como le hacía
Gonzalo N. Santos con los curros de la sociedad potosina que votaban en la
casilla que se instalaba en la Plaza de Armas y le interesaba saber el sentido
de su voto.
El nuevo auditor para imponer su autoridad y ganar
respeto debe revisar los ingresos y egresos de que dispuso su antecesor -se va
a encontrar verdaderas sorpresas-, evaluar su desempeño, inventariar todo los
asuntos que le dejó pendientes y rendir un informe público de su pesquisa.
También debe cesar o reducir a responsabilidades menores a los colaboradores
más cercanos a Mayorga y hacerse de su propio equipo si no quiere que el ex
auditor siga mandando en esa oficina.
Que bajo ningún motivo se le ocurra clasificar como
reservada la información relativa a las auditorías que practica ese organismo
como lo hacía su antecesor para que nadie se enterara de su contenido. Es inconstitucional bloquear la información derivada de las
revisiones de las cuentas públicas. Que no le quepa la menor duda que
cada vez son más los ciudadanos y medios de comunicación que están atentos a su
desempeño y que no tolerarían a otro garante de la impunidad en el estado, subordinado a los intereses de la clase política.
Debe saber el nuevo auditor que 5 días
antes de la elección, cuando Mayorga saboreaba su reelección, amplió el plazo
hasta el 19 de febrero para entregar o negar 10 solicitudes de información que
se le presentaron sobre diversos temas que unos días antes había presumido ante
los medios de comunicación como logros de su gestión al frente del organismo, y
que si los mencionaba era porque disponía de la información. Se le solicitó la
lista de los 500 funcionarios que según su comunicado fueron sancionados por la
ASE, desde 2007 a noviembre de 2013, en la que se pudiera consultar, el cargo
que ocupaban, tipo de sanción y monto de la multa o indemnización. Se le pidió
que desglosara las multas que por 70 millones de pesos aseguraba que había
impuesto. Los nombres y cargos de los inhabilitados y la relación de los bienes
embargados, entre otros asuntos que estamos esperando.
No me gustaría repasar ahora algunos antecedentes
que pueden poner en tela de juicio la ética del nuevo auditor superior del
estado, pero es imprescindible hacerlo pues no podemos ocultar sus
responsabilidades como tesorero del gobierno de Fernando Silva Nieto en la
operación de compra venta de los Invernaderos Santa Rita y en la última cuenta
pública de esa administración que la LVII Legislatura reprobó por su falta de
probidad. El operador financiero, el que realmente movía el dinero y el hombre
de todas las confianzas de Silva Nieto era su amigo "Pepé Chuy", como
lo llamaba; y no Olegario Galarza, que sólo representaba la cuota de poder que
le impusieron los dirigentes de los organismos empresariales y sobre el que se
ensañó el ex gobernador Marcelo de los Santos. Alguien así como Eibar Castilla
Sosa, que como tesorero y yerno de Carlos Jonguitud era el que manejaba el
erario del estado y no Jorge Ramírez Cruz que aparecía como secretario de
finanzas. Pero todo eso es historia, ahora también tenemos que mirar para
adelante y vigilar cuidadosamente al nuevo auditor, otorgándole por lo pronto
un voto de confianza dentro del optimismo renovador que nos caracteriza a los
mexicanos cada vez que hay un cambio de gobierno. Un voto de confianza que se
vence el 15 de junio, fecha en la que deberá entregar el informe de la
auditoría de la cuenta pública estatal del 2013, para que resuelva por lo menos
tres asuntos que exasperan a muchos potosinos. El primero: fincar
responsabilidades al actual gobernador o a su antecesor o ambos, en su caso, por la aplicación ilegal
de los recursos del préstamo de los 1,500 millones de pesos. Es inaceptable que
con todo el personal y recursos con los que cuenta no pueda determinar cómo,
quién y en qué se agotó ese dinero, en el que una buena parte no fue identificado
y otra nada tenía que ver con inversiones públicas
productivas como ordenaba el decreto legislativo. El
segundo: un informe en el que se analicen todos los ilícitos que se ha
denunciado de la administración de Victoria Labastida y las acciones que se han
emprendido para resarcir el daño que le infringieron al erario público; y el
tercero: determinar sin ocultamientos ni negociaciones si los ilícitos e
irregularidades que observaron los auditores en sus hojas de trabajo a las
cuentas públicas de Soledad de Graciano Sánchez son procedentes o cómo y cuáles
de los gastos irracionales y desproporcionados quedaron solventados.
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