El candidato de Toranzo
Por Eduardo Martínez Benavente
La designación
de Juan Manuel Carreras López como candidato del PRI a la gubernatura del
estado no fue la decisión política más acertada que pudo haber tomado la cúpula
de ese partido, en el camino se quedaron otras opciones más sólidas y
atractivas, su nombramiento responde, más bien, al sobresaliente curriculum vitae que lo respalda, muy superior al de los otros
aspirantes. Carreras es un político serio, educado, inteligente, deportista y
moderado que cumple con el perfil adecuado para ocupar el cargo. El candidato
tiene una personalidad introvertida y acartonada al que le costará mucho
trabajo aproximarse a la gente. Sus declaraciones son prudentes y sin florituras
como las de un vocero profesional. Difícilmente lo oiremos decir algo fuera de
lugar. No se le conocen enemigos potenciales, quizás porque no los tiene. Ni
los grupos de maestros disidentes que hasta hace poco se manifestaban con
frecuencia y vehemencia lo han molestado. Su gobierno -si gana la elección-
navegaría entre las aguas de la mediocridad y la inoperancia por los
compromisos y limitaciones económicas a las que se verá sometido y porque poco
habrá que destacar de sus actividades cotidianas pues no se le dan las
confrontaciones ni lamentaciones. Encubrirá los ilícitos e irregularidades de
la administración que ahora deja. Toranzo y sus colaboradores pueden dormir
tranquilos. Sus diplomas universitarios y posiciones que ha ocupado dentro de
la función pública -por lo menos en el papel- son envidiables y seguramente
fueron determinantes para su designación. Carreras
López representa, aunque obviamente no se promocionará así, una garantía de
continuidad en las políticas gubernamentales de Toranzo. No se le conoce
ninguna actividad productiva que haya desempeñado fuera del ámbito de la
burocracia. Ni siquiera un despacho jurídico y menos una empresa.
El proceso de
selección nos indica que no se evaluaron los resultados de su gestión al frente
de la Secretaría. No consideraron que su ex titular no pudo con el compromiso
de mejorar el sistema de educación en el estado, ni suprimir las remuneraciones
de aquellos maestros que cobran sin trabajar y que están comisionados en
sindicatos y partidos políticos. Como tampoco pudo hacer valer su autoridad
ante dirigentes y caciques magisteriales que son los que realmente mandan en
esa dependencia. La designación del profesor Vito Lucas, como nuevo titular de
la SEGE, es la prueba más palpable. Pero la omisión más grave es que no
calcularon los daños que la imagen del candidato puede sufrir por las
observaciones financieras que seguramente le fincará la Auditoría Superior de
la Federación por el desvío de millones de pesos que se tomaron de diversas
partidas etiquetadas y que se aplicaron para cubrir la nómina magisterial, como
expresamente lo reconoció el gobernador Fernando Toranzo en la entrevista que
"Pulso" publicó el pasado 10 de abril, quien explicó que "debido
a que las aportaciones federales para el pago de la nómina no llegaron, la
entidad acumuló en tan sólo 2 años 4 mil millones de pesos en déficit, por lo
que el gobierno estatal se vio obligado a tomar dinero de otras partidas para
cubrirla". Y advirtió para justificar su ilícito que el estado no cuenta con
recursos suficientes para enfrentar las negociaciones salariales con el
sindicato de maestros (SNTE), por lo que no es posible decirle a los profesores
"te pago el mes que entra". Cualquier funcionario sabe que desviar
recursos públicos es un delito.
Como titular de la Secretaría de
Educación no dejó pasar la oportunidad de congraciarse con el magisterio, uno
de los gremios con mayor capacidad operativa en cuestiones de movilización
electoral, con el reparto de compensaciones salariales por casi un millón 500
mil pesos mensuales para un grupo de 302 privilegiados, de los cuales sólo
entre 36 personas de mandos medios y superiores se llevan cada mes 786 mil
pesos. Si bien puede argumentar que los atractivos bonos que reciben los mandos
medios y superiores de la SEGE, hasta hace unos días a su cargo, provienen de
un esquema de compensaciones creado en administraciones anteriores, no podrá
negar que mantenerlos resulta una omisión convenenciera de su parte al evitar
confrontar al magisterio con una acción de regularización de los ingresos de
una casta a la que le preservó sus privilegios y en la que seguramente tendrá
ahora uno de sus principales bastiones para la campaña electoral que se
aproxima. Pocas esperanzas quedan, pues, de que se trate de un gobernador que
llegue a poner orden en la administración pública estatal, cancele privilegios
y canonjías de una clase política acostumbrada a beneficiarse del erario, antes
que enfocarse en encontrar la manera en que éste reporte mayores beneficios
para los potosinos.
Al conocerse las condiciones del convenio
celebrado con la BMW para la instalación de su planta en la entidad, el ahora
candidato se apresuró a declarar que su intervención fue exclusivamente en el
tema educativo y no en el financiero, como si el documento se hubiese firmado
en capítulos por separado. Su firma avaló las condiciones abusivas de la
armadora. Sabe muy bien que el convenio no puede entrar en vigor hasta que se
publique en el Periódico Oficial del Estado y que cualquier erogación que se
haga es ilegal. Y se ha quedado callado. Para cuando se dio la firma, Carreras
López ya era consciente de sus aspiraciones por la gubernatura, por lo que
resulta doblemente irresponsable que argumente desconocer los compromisos
económicos implicados al suscribir el convenio que compromete seriamente las
finanzas estatales que le tocarían administrar en caso de obtener el triunfo el
próximo 7 de junio. Como uno de los funcionarios que consintió el atropello
alemán con su firma queda en condiciones muy desventajosas para la necesaria
renegociación del convenio que obliga a mucho más que las dos mil becas de
capacitación para adiestrar a los posibles empleados de la empresa. El
candidato del PRI personifica una preocupante combinación de omisiones
previsibles. Por un lado, los grupos de poder que mantienen una relación de
privilegios en la administración pública y por el otro un necesario encubrimiento
de los ilícitos cometidos por los actuales servidores públicos.
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