El ocaso de Toranzo
Por Eduardo Martínez Benavente
Aun cuando fuera cierto, es prácticamente imposible que el vocero del
gobierno del estado, Roberto Naif Kury, pueda probar que el delegado de la
Comisión Nacional Forestal (Conafor), Martín Toranzo Fernández, -ahora con permiso
para ausentarse de su cargo, al que probablemente ya no regrese- haya recibido
el 10% del importe de un contrato de obra pública con valor de 29 millones de
pesos por su gestión y buenos oficios ante la Comisión Estatal del Agua (CEA)
para que a la empresa Tekno Dream, que no pudo localizarse en el internet con
esa denominación, ni con alguna otra parecida, se le adjudicara una obra; como
tampoco podrá probar el perturbador hermano del gobernador que el funcionario
encargado de lustrar su imagen trató de extorsionarlo exigiéndole un millón de
pesos a cambio de no generar un escándalo mediático y preservar su condición de
funcionario federal pues estaba metido en un grave problema de corrupción. Es su palabra contra la del Coordinador
General de Comunicación Social. Seguramente que ambos negarán cualquier
participación en los hechos que se denuncian, como también lo harán el
secretario general de gobierno, Cándido Ochoa Rojas y el subsecretario, Eduardo
González Sierra, a los que Martín Toranzo señala como testigos que tuvieron
conocimiento del presunto intento de extorsión y sobre los que ahora descarga
sus baterías. Naif
Kuri, por su parte, calificó la denuncia en su contra como un “escandaloso
tema” y aseguró en un insulso boletín de prensa, en el que no entra al fondo
del asunto, que “se reserva el derecho de integrar la actual indagatoria con la
finalidad de formular la querella correspondiente en contra de quien o quienes
resulten responsables de las declaraciones efectuadas con falsedad en contra de
su persona”.
No me cabe la menor
duda que la Procuraduría General de Justicia del Estado arrumbará las denuncias
por falta de pruebas, pero principalmente porque los acusados son intocables, y
en breve nadie se acordará del incidente. El más perjudicado en todo este
chismerío es el gobernador del estado porque se le suma otro escándalo a la
larga lista de acusaciones dirigidas en contra de algunos miembros de su
familia por aprovecharse del parentesco para hacer negocios. El hermano
incómodo confesó estar distanciado del gobernador pues desde hace cuatro años
que no lo ve, aunque aseguró que se siguen queriendo. El altercado le ha
permitido al también odontólogo, con especialidad en cirugía oral y
maxilofacial, señalar los vacíos de poder, el uso político que se hace de la
justicia y denunciar las amenazas que ha recibido en este asunto y las que
recibió por parte de la organización criminal de los "Z" por los
señalamientos que hizo con motivo de la autorización del desarrollo urbanístico
el Gran Peñón. Resulta difícil de creer que el doctor Martín Toranzo haya sido
el único denunciante que recibió amenazas por parte de ese grupo delictivo
cuando los ilícitos en los que incurrieron los fraccionadores los tratamos
varios columnistas y periodistas de "Pulso", en el que revelamos sus
nombres y el de los funcionarios que intervinieron en su fraudulenta
autorización.
Retador, directo,
guasón, seguro de sí mismo, ameno, homofóbico, protagonista, insolente y sin
respetar los cánones y lineamientos de lo que debería ser una entrevista seria,
despotricó contra su hermano, cuñada, vocero, secretario y subsecretario de
gobierno. Todo un espectáculo que se difunde con profusión y se disfruta en un
video a través de las redes sociales, y que exhibe la decadencia de un gobierno
en picada.
Si la Auditoría
Superior del Estado o la Contraloría del gobierno estatal tuvieran un mínimo de
credibilidad y no fueran las encubridores oficiales de los ilícitos que
observan al revisar las cuentas públicas que auditan, podrían determinar en uno
o dos días si las características y calidad de la obra que se adjudicó a la constructora
corresponden al precio que se pagó. También podrían calcular el margen de
utilidad que obtuvo y si éste fue racional o desproporcionado como para repartir
2 millones 900 mil pesos por concepto de "mordidas". Es muy difícil
que el adjudicatario por licitación de una obra de esa cuantía, en la que se
presentan otros competidores, obtenga ganancias superiores al 10% del valor de
la operación. Si el auditor concluyera que el precio que pagó la Comisión Estatal
del Agua no corresponde ni remotamente al valor de la obra, habría elementos
para empezar a creer que algo turbio existió en la operación, y en todo caso
las responsabilidades caerían principalmente sobre las personas que adjudicaron
la obra. Todo mundo sabe que los sobornos se pagan en efectivo y se entregan en
un sobre cerrado por si alguien está filmando al receptor, y la mayoría de las
veces, la operación se realiza a través de una tercera persona. Nadie deja
pistas documentales, pues el beneficiario tendría que ser un novato, sin maldad
alguna para depositar esa suma en una cuenta bancaria a su nombre o en alguna de
las de sus parientes o amigos que pudieran involucrarlo. Puede ser que Naif
Kury se haya comunicado con el ex director de los parques Tangamanga y le haya
pedido en son de broma que compartiera el botín pero sin la verdadera intención
de obtener un lucro e intimidarlo y sin contar con pruebas para incriminarlo,
si acaso fundado en la versión de algún constructor dolido que perdió la
licitación y fue a quejarse. Tendría que ser un suicida, conociendo a Martín
Toranzo, el que se atreviera en serio a extorsionarlo. Tampoco podemos esperar
nada del inútil e inoperante Consejo Ciudadano de Transparencia que debería ser
el principal interesado en investigar la licitación, la invitación restringida
o la adjudicación directa de la obra, aunque no me extrañaría que la
constructora saltándose las trancas se haya hecho del negocio a través de esta
última modalidad con la complicidad del organismo público gubernamental.
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